MANUAL DE HOMILÉTICA

 

MANUAL DE HOMILÉTICA 

INTRODUCCIÓN

Por muchos años hemos sentido en los países de habla española la necesidad de un libro que enseñara
a los jóvenes creyentes que desean tomar parte en el ministerio de la Palabra el modo de preparar y ordenar un
sermón. El buen deseo de testificar de las verdades del Evangelio, la misma piedad o el fervor religioso, con ser
virtudes indispensables para la predicación eficaz, no son suficientes. Es necesario presentar las verdades
evangélicas, sobre todo a los nuevos oyentes, de un modo claro y lógico, que persuada sin fatigar las mentes.
Para ello se necesita orden, disposición y clara enunciación de la plática o sermón.
Es cierto que el Espíritu Santo ha usado a veces para realizar su obra de salvación sermones muy
deficientes, carentes de lógica y débiles en argumentación. Tal es el caso del sencillo sermón que ganó al que
después fue famoso predicador Spurgeon. Pero éstos son casos excepcionales, en los cuales Dios ha querido
llenar por una manifestación especial de su gracia lo que faltaba al instrumento humano: Tales ejemplos no son,
sin embargo, motivo alguno para menospreciar el arte de la Homilética, pues la preparación de sermones es un
verdadero arte que requiere estudio y adiestramiento, con la particularidad de que, por moverse en la más alta
esfera de la vida humana, merece más que cualquier otro arte tal trabajo y esfuerzo.
La cuidadosa preparación del sermón no es, empero, suficiente sin el poder o fuego del Espíritu Santo,
que no siempre es el fuego del entusiasmo humano que se expresa con enérgicos gestos y grandes gritos, sino
aquella unción de lo Alto que da al sermón ese algo inexplicable que no se adquiere por medios humanos pero
lleva a los corazones de los oyentes la impresión de que el mensaje es de Dios, porque es Dios mismo
revelándose al corazón del que escucha la Palabra. Si ambas cosas vienen unidas en el sermón, el predicador
no podrá menos que ver de su siembra espiritual abundantes frutos para vida eterna.
Hay que evitar ambos extremos. El predicador que descuida la preparación de sermones, confiando
imprudentemente en la inspiración divina, se encontrará frecuentemente con que no tendrá mensaje alguno para
dar, y tendrá que sustituir rápidamente la falta de inspiración por una charla sin sentido que cansará a sus
oyentes, pues el Espíritu Santo no suele otorgar premio a la holganza. Y el predicador que sólo confía en su arte
y en sus cuartillas bien escritas, puede hallarse falto de la unción santa y descubrir con sorpresa que su palabra
no llega a los corazones.
Por esto el autor, desde los días de su llamamiento al Ministerio hace 38 años, ha sentido la falta de un
buen Manual de Homilética en lengua española, y más de una vez hablando con otros pastores ha expresado su
extrañeza de que alguien bien capacitado para la tarea no lo haya dado a luz durante todo este tiempo.
No podemos menos que recordar el afán con que devorábamos el brevísimo librito Ayuda del predicador,
del Dr. Enrique Lund, y más tarde en la Revista Homilética la sección «Consejos», del mismo tutor, en aquellos
días de nuestra adolescencia, cuando todavía no teníamos acceso a la literatura escrita en lengua extranjera.
Más tarde, vimos con gozo la publicación del libro Tratado sobre la predicación, del Dr. Broadus. Pero la
mejor obra escrita para un ambiente extranjero no responde plenamente a las necesidades del predicador de
habla hispana; sobre todo para el que no ha tenido el privilegio de pisar las aulas de un Seminario o Colegio
Bíblico. A la obra de Broadus, con ser interesantísima como exposición teórica, le faltan ejemplos prácticos,
bosquejos, con los cuales el profesor en el Seminario suele demostrar a los alumnos sobre la pizarra la
aplicación práctica de los principios y reglas del libro de texto. Lo propio se puede decir de otros volúmenes que
tratan de la predicación.
Tenemos que rendir un tributo de reconocimiento y aprecio a la labor del misionero D. Nicolás Bengston,
que fue el primer profesor que inició al autor en los estudios de Homilética. Varias de las reglas y bosquejos que
aparecen en el presente libro fueron aprendidos de sus labios en el Seminario Bautista de Barcelona.
Asimismo el reverendo pastor D. Ambrosio Celma, que inició al autor en la Homilética de Vinet, y los
consejos prácticos de Spurgeon. De todos ellos podemos decir que, «difuntos, aún hablan».

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