Mensajes Biblicos – Robert Murray McCheyne
Título: Mensajes Biblicos
Autor: Robert Murray McCheyne
Editorial: Editorial Peregrino
Fuente: Iglesia Reformada
Descripción: Cuando Robert Murray M’Cheyne murió, el 25 de marzo de 1843, aún no había cumplido treinta años. Sin embargo, los siete años de su ministerio pastoral los había vivido con tal intensidad que sin duda había experimentado y hecho más de lo que otros han experimentado y hecho en un período de tiempo quizás tres o cuatro veces más largo. Entre los acontecimientos durante su ministerio más dignos de ser notados estuvieron un viaje misionero a Palestina M’Cheyne una y otra vez recordó a la Iglesia de su época su deber de llevar el Evangelio “al judío primeramente”-, un gran avivamiento en Escocia, y, por parte negativa, una tristísima división en la Iglesia de Escocia, que sin duda empeoró la siempre precaria salud de M’Cheyne.
Al año de la muerte de M’Cheyne, su amigo más íntimo y compañero de ministerio, Andrew A. Bonar, publicó los mensajes bíblicos que constituyen el libro que aquí reseñamos. Más de un siglo después, en 1961, Mensajes bíblicos fue una de las primeras publicaciones en castellano de la entonces recién constituida y ahora prestigiosa editorial, El Estandarte de la Verdad. En 1988 salió la primera reimpresión.
Después de una introducción biográfica, la obra consiste en treinta y tres mensajes de M’Cheyne. Algunos serían predicaciones “normales” de su ministerio dominical en la ciudad escocesa de Dundee, y otros mensajes predicados en ocasiones “especiales”. Algunos son más bien cortos, y ninguno es muy largo: no cuesta mucho, y sí edifica, leer uno cada día.
Hay que decir que el lenguaje de M’Cheyne es bastante poético, hasta algo pintoresco, y puede que suene un tanto extraño a nuestros oídos hoy. Además, M’Cheyne, como otros muchos de su época (¡y no pocos de la nuestra!), tenía cierta tendencia en su uso de las Escrituras de alegorizar: esta tendencia se ve sobre todo en su predilección por el libro del Cantar de los Cantares, libro que M’Cheyne siempre predicaba alegóricamente.
No obstante, cualquier dificultad lingüística o imperfección hermenéutica que se pueda encontrar aquí es más que compensada por la riqueza del contenido, el evidente fervor del predicador, y el estilo directo e incluso atrevido con el que M’Cheyne invariablemente aplicaba la palabra inspirada a la mente, la conciencia y el corazón del oyente. Y si alguien duda de la compatibilidad de “las doctrinas de la gracia” con una auténtica pasión evangelística, ¡deja que M’Cheyne te enseñe cómo las dos cosas se alimentan muy bien la una a la otra!
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