Bill Hybels |
Imagine una brújula con una caja plateada, una cara blanca redonda, una aguja negra delgada, y cuatro letras colocadas a intervalos de noventa grados: N, S, E y O. Casi casa vez que la palabra liderazgo es mencionada, ¿en qué dirección piensan instintivamente los líderes? Sur.
Diga la palabra liderazgo y las mentes de la mayoría de los líderes emigra hacia la gente que está bajo su cuidado. Cuando van a conferencias de liderazgo asumen que tiene solo una meta: mejorar su habilidad para dirigir al pueblo que Dios les ha confiado. Sur. Es el primer instinto del líder.
Lo que la mayoría de las personas no se dan cuenta, es que para liderar bien, un líder necesita, en realidad, ser capaz de liderar en todas las direcciones: norte, sur, este y oeste.
Por ejemplo, líderes eficientes tienen que liderar el norte, que significa dirigir a aquellos que están sobre ellos. A través de las relaciones e influencia los líderes dirigen a la gente que los supervisa. Mucho de lo que hago en mi ministerio, a través de relaciones, oración y proyección de la visión, es tratar de influenciar suavemente a aquellos que tienen autoridad sobre mí, la junta directiva y los ancianos.
Los líderes eficientes también deben aprender cómo liderar el este y el oeste, en escenarios de grupos semejantes. Si no aprendemos cómo liderar lateralmente y crear situaciones de ganar-ganar con los colegas, toda una cultura de iglesia puede deteriorarse.
Así que, un líder debe aprender cómo liderar a los de abajo, arriba y lateralmente. Pero, quizás el desafío del liderazgo más pasado por alto, es el medio.
Usted. Considere 1 Samuel 30. David, el futuro rey de Israel es un joven líder apenas aprendiendo a liderar sus tropas a la batalla. Aunque David es un novato, Dios está derramando su favor sobre él, así que la mayoría de las batallas están de su lado. Entonces, es un día que parecía normal, ese patrón cambia. Después de regresar de una expedición, David y sus hombres descubren que soldados enemigos habían venido alrededor de sus flancos y atacaron y destruyeron su campamento, arrastrando a las mujeres y niños, y quemando todas sus pertenencias.
Esto definiría un día malo para cualquier líder, pero no había terminado todavía. Los soldados de David estaban cansados, furiosos y preocupados por sus familias. Estaban disgustados con Dios. Finalmente, una facción de ellos riega la palabra de que se cansaron del liderazgo de David. Ellos imaginan que toda la tragedia es culpa de él, y deciden apedrearlo.
De repente David se enfrenta a una severa crisis de liderazgo. Inmediatamente debe decidir hacia dónde dirigir la energía de su liderazgo. ¿Quién la necesita más? ¿Sus soldados? ¿Los oficiales? ¿Las facciones rebeldes?
¿Su respuesta? Ninguno de los anteriores.
En ese momento crítico David se da cuenta de una verdad fundamental: él necesita liderarse a sí mismo antes de poder liderar a alguien más. A menos que él esté ordenado internamente, tiene muy poco que ofrecer a su equipo. Así que, encontró un lugar de soledad, y allí David “cobró ánimo y puso su confianza en el Señor su Dios” (1 Samuel 30:6). Solo entonces intenta él encender a su equipo para rescatar a sus familias y lo que queda de sus pertenencias.
David entendió la importancia del autoliderazgo. Aunque este tema es rara vez discutido, no se equivoque, es parte esencial del liderazgo. ¿Cómo podemos liderar eficazmente a otros si nuestros espíritus están hundidos o nuestro valor está vacilando?
No hace mucho leí un artículo que molestó seriamente mi mente. El aclamado experto en liderazgo Dee Hock desafiaba a los líderes a calcular cuánto tiempo y energía invertían en cada una de estas direcciones: liderar gente bajo su cuidado (S), liderar gente sobre ellos (N), liderar gente lateralmente (E-O), y liderarse ellos mismos. Puesto que él ha estado pensando y escribiendo acerca del liderazgo por más de veinte años, y es un laureado en el Salón de la Fama de la administración, yo estaba ansioso por saber qué concluía.
¿Su recomendación? “Es la administración de uno mismo la que debería ocupar el cincuenta por ciento de nuestro tiempo y lo mejor de nuestra habilidad. Y cuando nosotros hacemos eso, los elementos éticos, morales y espirituales de la gerencia son ineludibles”.
Recuerde los primeros cinco capítulos del Evangelio de Marcos. ¿Recuerda el patrón de Jesús de una actividad intensa del ministerio seguida rápidamente por un tiempo aparte de reflexión, oración, ayuno y soledad? Jesús repitió este patrón a lo largo de su ministerio. En nuestros términos, Jesús estaba practicando el arte del autoliderazgo. Sabía que necesitaba ir a un lugar tranquilo y recalibrarse. Sabía que necesitaba recordarse quién era Él y cuánto lo amaba el Padre. Jesús necesitaba invertir regularmente en mantener su llamado claro, evitando desviarse de la misión y mantener a raya la distracción, el desánimo y la tentación.
Esto es autoliderazgo. Y nadie –quiero decir nadie– puede hacer este trabajo por nosotros. Cada líder tiene que hacer este trabajo solo, y no es fácil.
De hecho, Dee Hock sostiene que porque es tan fuerte el trabajo, la mayoría de los líderes lo evitan. Preferimos tratar de inspirar o controlar la conducta de otros, antes que encarar los rigores del trabajo de autorreflexión y crecimiento interior.
Tomado del libro: Liderazgo audaz de Editorial Vida