Amplio y profundo
Andy Stanley
Mi primer recuerdo relacionado con la iglesia es el de mi padre bautizándome cuando tenía seis años. Todavía recuerdo lo que dijo:«Un pastor no puede tener un privilegio mayor que el de bautizar a sus propios hijos». Tenía razón. Ya yo he bautizado a los tres míos. Como hijo de pastor, nunca hubo en mi vida un momento en el que no estuviera involucrado en algo en la iglesia. Sin embargo, a diferencia de muchos hijos de pastores, no recuerdo que se me obligara nunca a ir. Me gustaba. La iglesia siempre era el centro de mi vida social. Allí fue donde encontré a los que serían mis amigos para toda la vida, y con algunos de ellos aún sigo relacionado en el día de hoy.
Mis padres comenzaron juntos su ministerio en 1957, en las Smoky Mountains de Carolina del Norte. Después de graduarse en el seminario, mi padre aceptó un llamado a pastorear la iglesia bautista de Fruitland. Además de pastorear la iglesia, fue invitado a dar clases en el Instituto Bíblico Bautista de Fruitland, situado al otro lado del estacionamiento de la iglesia. El IBBF fue fundado en 1946 para ayudar a los pastores locales que carecían de oportunidades de medios para obtener un entrenamiento teológico. Así que allí estaba él, con todos sus veinticuatro años de edad, dándoles clases a hombres que casi le doblaban la edad, los cuales habían estado pastoreando durante años, pero carecían de un entrenamiento formal. Y le encantaba hacerlo.
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